El pasado fin de semana, se han
desarrollado en Zalamea unas Jornadas sobre el Patrimonio, las cuales han estado
dedicadas este año a Los Grabados Rupestres de Los Aulagares, con
actividades de fotografías, conferencias y visitas al lugar donde se
encuentran estas rocas.
Los grabados
rupestres se encuentran en la finca denominada de los Aulagares a
escasamente 1 km de Zalamea; comprenden dos núcleos que ocupan a la vez dos
pequeños cerros distanciados entre sí unos 200 metros, en los que afloran rocas
de riolitas sobre las que fueron realizados los grabados hace más de 3.500 años
(entre el 1.800 y el 1.500 a.C.).
El primero de ellos es una roca de
superficie plana, casi horizontal, sobre el que se ha realizado el grupo más
numeroso. Se trata de 45 círculos de formas y dibujos
variados, generalmente circunferencias concéntricas o radiadas de
diferentes tamaños, algunas con puntos en sus diversas secciones. La figura
principal llega a tener hasta 25 cm de diámetro.
En el otro núcleo, los petroglifos se
encuentran dispersos, debido posiblemente a derrumbamientos o movimientos de
las rocas por causas naturales, pudiéndose distinguir dos agrupaciones que es
probable que en su origen estuvieses juntas. En total son 13 figuras entre las cuales aparece una forma cruciforme
que no se corresponde con la época del resto de los grabados, estando datada en
época paleocristiana (siglo V d.C.).
Las razones que impulsaron a los
antepasados que habitaron esta zona a grabar unos extraños símbolos en las
piedras permanecen en el terreno de las conjeturas y su significado sigue
siendo un misterio. Pero la interpretación más común es que se trata de
representaciones de carácter religioso, donde
los pobladores realizarían determinados ritos relacionados con la interpretación del cielo, de
los astros e incluso de la lluvia, por lo que los distintos círculos
representarían cuerpos celestes (los tres
astros de la prehistoria: el Sol, la luna y Venus) e incluso gotas de agua ya que la representación del agua en
la bóveda del firmamento era sagrada para nuestros antepasados.
Estaríamos pues ante un santuario en
el que los habitantes de la zona se reunían en determinadas épocas del año para
implorar la lluvia y para pedir protección y prosperidad para campos, animales y
personas.
J.Carlos
Domínguez
Fuentes:
Asociación
Amigos de Patrimonio
Manuel
Domínguez y Antonio Domínguez
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