Y continuando con las notas carnavaleras, mostramos un extracto de la novela escrita por el periodista Rafael Moreno titulada 1888. El Año de los Tiros.
Nótese que las fiestas de carnaval se celebraban desde mucho tiempo atrás y el autor la describe en unas fechas muy importantes para nuestra comarca: días antes del 4 de febrero del año de los tiros:
… Entretanto, al gobernador civil le habían organizado una visita oficial a Riotinto. Su objetivo era agasajar al director general de la Compañía, (…). Al gobernador le despidió aquella tarde el son de una comparsa que preparaba el carnaval (…).
El ambiente carnavalero no influyó mucho en la situación pero los obreros y ciudadanos que formaban parte de las agrupaciones se permitían licencias que hace un año ni se les habían pasado por la cabeza.
Piropeaban con ironía a la gorda esposa del gobernador. Más fea que Picio, con la cara repleta de un incipiente maquillaje de color breva y un traje que parecía recién sacado del alcanfor. Hasta dicen que olía a lo mismo cuando se paseaba altanera en compañía de su marido.
El alcalde de Riotinto tampoco escapaba a las iras de los carnavaleros. Estos proferían contra él gritos rayanos en el insulto, incluso imitaban los aspavientos y numerosos tics: el del ojo, el monóculo o el labio torcido. Su figura: más bien pequeño, con el pelo engominado y beato servía aún más para caricaturizar su mandato. Caciques, idas y venidas a casa del director de la Company y regalos al gobernador civil eran sus aficiones preferidas. Sin contar sus siempre azarosas visitas al prostíbulo que estaba detrás del Ayuntamiento y que las comparsas bautizaron por este motivo como “El Municipal”.
Las comparsas proliferaron el año de 1888 como nunca lo habían hecho en Riotinto. Cientos de personas se enfrascaron en la tarea de preparar letras y coplas de Carnaval, tejer disfraces y aprender a tocar los instrumentos.
No era más que una tapadera. Las reuniones del Carnaval, vigiladas al principio por los agentes del Regimiento de Pavía, se convirtieron poco a poco en un lugar más para buscar adictos a la causa obrera y abonar el ambiente para que la revuelta fuera lo más numerosa posible.
Esta fiesta del Carnaval se extendió por toda la comarca. A tanto llegó el asunto que las crónicas no han vuelto a recordar un año en el que el Carnaval tuviera tantos seguidores como aquel de 1888. Con la particularidad de que ni tan siquiera se estaba celebrando.
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